1998. Empecidado en su nueva despedida, el sol se disolvia en el horizonte, un nuevo y único crepusculo adornaba los cipreses. Ireverente, la pena se despredia de otro dia, otra tarde se convertía en nada. Una rezo casi mudo reververaba en mi pecho, ululaba el viento, el marchante continuaba con sus pasos de galán.